jueves, 28 de octubre de 2010

Hasta siempre Lupín



No sé si el tipo lo hacía a propósito. Quizás era un masoquista, un sufrido. Eso sí, el tipo era testarudo. Por ejemplo, ya de pibe decidió ser de Racing. Apenas lo pudo ver campeón 3 veces en su vida, e incluso lo vio descender. Luego, se fue a estudiar abogacía lejos de su terruño, más precisamente en la ciudad de las diagonales. Allí, durante los turbulentos 70s, tomó dos decisiones que lo cambiarían para siempre. Primero, decidió militar por la causa del Viejo exiliado, con todo lo que eso implicaba por entonces, y lo que implicó aún más a partir de 1976. Segundo, siendo muy feo logró lo que muchos tipos como yo y como vos (fuleros, esforzados, chamuyeros, eternos perdedores) queremos hacer cada vez que entramos a un aula de la facu: levantarse a la mejor mina de la clase. Admirable.

Cuando llegó la hora más oscura del país, se rajó con esa mina a vivir a su tierra natal, dónde los asesinos eran un poquito menos jodidos. Mientras, empezaba de a poco su carrera política. Ahora más adulto, la militancia tomaba otros caminos. Menos eufóricos pero no menos sinuosos. Así es como llega primero a intendente de su natal y fría Río Gallegos, luego la Gobernación de su provincia.

Un día, en los inicios del Siglo 21, decide otra locura: Quiere ser presidente. Y lo decide cuando el país se está yendo bien bien a la mierda. Agarrar la presidencia en esas circunstancias era un dolor de huevos terrible. Un fierro caliente. El tipo era feo, desgarbado y desconocido para todo lo que estaba al norte de su provincia. Aunque mediante un personaje polémico, llega a su cometido. 22% saca en la elección. No sólo tenía que tapar incendios, tenía que crear autoridad. Construir poder le dicen. Los incendios los tapa bastante bien, no sin defectos, claro. O a veces, quedándose corto para nuestro gusto. Lo del poder le salió muy bien.

El tipo no fue un boludo, se levantó a la mina linda. Pero ésta, además,  resultó inteligente, provocadora, tenaz. Capaz de manejar; con dificultades, obvio;  este hermoso y odioso quilombo que se llama Argentina. Pero también dejó una generación a la que le marcó el camino. La que querrá continuar lo bueno, profundizar lo incompleto y corregir lo malo.

HASTA SIEMPRE LUPIN.